Presentación
Sabido es que las montañas son
reservas de biodiversidad (Davis
& al., 1994) y que algunos de sus organismos y comunidades son
sensibles al cambio climático (Holten,
2001; Körner, 1994).
En este contexto, el proyecto GLORIA-Europe (Global Observation
Research Initiative in Alpine Environments) fue aprobado por la U.
E. en 2000 dentro de su V Programa Marco y se viene desarrollando
durante los años 2001 a 2003. Desde el punto de vista
organizativo, propuso el establecimiento de una red internacional
para el estudio de los impactos del cambio global en la flora y
vegetación de alta montaña.
Partiendo de ese ámbito europeo, el
proyecto se incluyó en la más amplia perspectiva de GTOS (Global
Terrestrial Observing System), programa apoyado por la UNESCO,
FAO, etc., porque pretende proyectarse a otras montañas
extraeuropeas del mundo. De hecho, ya se ha probado en Nueva
Zelanda o en los Andes. Véase, para más información, la página web
del proyecto: www.gloria.ac.at.
La participación de 18 equipos de
15 cordilleras europeas permitió estudiar la flora subalpina y
alpina de 72 cimas, desde la Sierra Nevada española hasta los
Montes Escandinavos (Suecia y Noruega) y desde Escocia hasta los
Urales (véase anexo II, fig. 1). En cada una de las 18 zonas
piloto se escogieron 4 cimas, a altitudes determinadas
bioclimáticamente de modo que fueran comparables con independencia
de la latitud:
a) la más baja a nivel del
límite superior de los bosques (subalpino-alpino);
b) la segunda en el llamado
piso alpino (inferior-superior);
c) la tercera en el alpino
superior, rozando el subnival;
d) la más elevada en el piso
subnival o en el nival.
Para el caso que nos ocupa, después
de varios tanteos y ante la imposibilidad de encontrar áreas no
pastadas, propusimos como zona piloto del Pirineo Central Español
(nº.2, fig. 1 del anexo II) el Monte Perdido –el macizo calizo más
alto de Europa-, en el ámbito del Parque Nacional de Ordesa, y
escogimos cuatro cumbres representativas en su vertiente S, a
sotavento de los vientos húmedos del NW y hasta donde llega cierta
influencia oromediterránea. Dichas cimas son:
a) Punta Acuta, 2242 m;
b) Custodia, 2519 m;
c) Tobacor, 2779 m, y
d) Punta de las Olas, 3022 m.
Planteamiento, hipótesis,
objetivos, fundamento y metodología
Con el fin de llevar a cabo el
seguimiento de los biotas alpinos (flora, comunidades vegetales,
biotemperatura) intentamos detectar los efectos del cambio
climático global sobre ellos. Por un lado, se buscaban ecosistemas
sensibles a dicho cambio; pero por otro interesaba delimitar
parcelas de observación en un territorio lo más amplio posible, de
suerte que con el tiempo se pudieran comparar a escala mundial.
Así, partiendo de la experiencia europea en esta primera fase del
proyecto, se pretende establecer zonas piloto a lo largo de los
principales gradientes climáticos, tanto latitudinales -en las
diversas zonas biogeográficas- como altitudinales, de la Tierra.
Como hipótesis principal se
planteaba seguir de cerca los cambios en la biodiversidad vegetal
inducidos por el cambio climático. Por medio de métodos sencillos
podrían observarse variaciones en la riqueza de especies vegetales
–presencia/ausencia- a corto o medio plazo, por ejemplo entre 5 y
20 años, mientras que los cambios visibles en el recubrimiento y
la estructura de la vegetación podrían detectarse a medio o largo
plazo, es decir, entre 20 y 50 años.
A grandes rasgos, los objetivos
propuestos fueron los siguientes:
1) cuantificar los cambios en
los patrones de biodiversidad de plantas vasculares a lo largo de
un gradiente altitudinal y asimismo buscar su relación con los
gradientes ambientales (temperatura, innivación). Y todo ello en
cordilleras representativas de los principales biomas de la Tierra
2) establecer el riesgo
potencial de las posibles pérdidas de biodiversidad ante el cambio
climático mediante la comparación de los patrones de distribución
de las especies o comunidades con los factores ambientales, y
siempre siguiendo gradientes horizontales o verticales
3) cuantificar también los
cambios en el tiempo de los patrones de biodiversidad mediante el
seguimiento o repetición de las observaciones en las áreas piloto
o “multi-cimas”, a intervalos de 5 a 10 años e incluso más
frecuentemente si fuera necesario
4) buscar la manera de pulsar
los riesgos comparando los datos obtenidos por el seguimiento.
Sin duda, varias razones apoyan
la elección de los biomas de alta montaña para el
establecimiento de una red como la mencionada, destinada a pulsar
los efectos del cambio global, concretamente del cambio climático:
-
Los
biomas de alta montaña se dan a todas las latitudes y cubren
todas las zonas biológicas -en el sentido de (Walter,
1985)-. Por ello se destacan como el único bioma terrestre donde
pueden detectarse los cambios inducidos por el clima en todos
los gradientes fundamentales (altitudinales, latitudinales y
longitudinales).
-
Los
acusados gradientes ecológicos de las montañas son resultado de
la “compresión” de las zonas térmicas en poco espacio. Por ello,
las montañas son áreas de gran diversidad vegetal y animal, lo
que se refleja muchas veces en su alto grado de endemismo.
Entonces, los biotas de alta montaña se muestran particularmente
vulnerables al cambio climático y pueden sufrir pérdidas
considerables de biodiversidad.
-
Presentan
ecotonos estrechos o bien definidos, donde se pueden ver cambios
en poco trecho.
-
Son
relativamente sencillos.
-
Su grado
de naturalidad es elevado, al menos en muchos países; por eso,
los posibles cambios a observar no deberían estar demasiado
influidos por el hombre.
-
La
mayoría de las plantas de alta montaña son perennes, de larga
vida, sensibles a cambios a medio plazo, varios años o décadas.
-
Los
muestreos de vegetación no necesitan repetirse dentro de la
misma estación y pueden llevarse a cabo en un corto período de
tiempo durante la estación de crecimiento o desarrollo
vegetativo.
Más concretamente, dentro de las
montañas, también hay argumentos a favor de las áreas cimeras
para llevar a cabo dichas observaciones a medio y largo plazo, a
pesar de sus peculiares condiciones geomorfológicas, climáticas,
hidrológicas y de vegetación:
-
Se pueden
definir, delimitar y comparar fácilmente unas con otras como
unidades de paisaje. Además, a pesar de su reducida área,
contienen hábitats en todo tipo de exposición.
-
No sufren
los efectos de la sombra de los territorios circundantes. Por
ello, a una determinada altitud, pueden representar bien el
clima promedio. Sin duda, las condiciones de las ladera medias
de una montaña dependen más de los territorios circundantes y
por eso no son tan comparables entre sí.
-
La
composición específica de las cimas corresponde limpiamente a su
altitud, si tenemos en cuenta que su flora no se ve enriquecida
por elementos venidos de más arriba. No ocurre así en las
laderas, máxime si se hallan junto a corrientes de agua por
donde muchas diásporas pueden llegar cuando se producen
perturbaciones.
-
De modo
general, las cimas, por su peculiar topografía, albergan una
considerable variedad de hábitats y comunidades vegetales. Eso
da lugar a cierta variedad de nichos ecológicos, y a un mayor
número de especies. Igualmente, la presencia de los citados
ecotonos muy definidos puede facilitar el reconocimiento de sus
posibles desplazamientos, inducidos por el clima.
-
Recíprocamente, algunas cimas pueden actuar como reducto donde
quedan atrapadas algunas especies que migran desde altitudes
inferiores, en especial criófitos con escasa competitividad.
Así, se conoce el caso de montañas aisladas, donde el alto
porcentaje de endemismo se concentra en los puntos más elevados
(Grabherr, 1995; Theurillat,
1995; Pauli,
2003a).
-
Las
cumbres no son propensas a perturbaciones fuertes, tales como
desprendimientos o avalanchas. Sin duda, ello redobla su valor
para observaciones a largo plazo.
-
-finalmente, las cimas montañosas pueden considerarse hitos
fáciles de reencontrar para posteriores estudios.
Tras muchas discusiones se
desarrolló una metodología única, plasmada en el manual
para los trabajos de campo de GLORIA (Pauli,
2003b); por este procedimiento se pretendía que la comparación
entre los datos obtenidos tuviera la mayor fuerza posible y
asimismo que se facilitaran la elaboración de los datos y su
consistencia estadística.
Se empezó por dar normas para
seleccionar, dentro de cada cordillera, la zona piloto adecuada
(p. ej., conjunto de cimas a lo largo de un gradiente, pero dentro
de un área climática, en un macizo edáficamente homogéneo, etc.),
evitando en lo posible las cumbres sometidas a pisoteo turístico o
a pastoreo intenso y prefiriendo siempre las que tienen forma
cónico-piramidal suave. También se aconsejó establecer las zonas
piloto en espacios naturales protegidos (Parques Nacionales,
Reservas de Biosfera, etc.), con el fin de facilitar las
repeticiones a medio y largo plazo.
Tal como ilustramos en la fig. 2
del anexo II, se señalaron 16 parcelas permanentes de 1 m2
en torno a cada cima para su seguimiento a medio plazo. Se
distribuyeron en grupos de a cuatro por cada punto cardinal (N, S,
E y W) señalado con precisión a partir del vértice, incluso
corrigiendo la desviación relacionada con el N magnético. Cada uno
de esos grupos se situó a 5 m de altitud por debajo del punto
culminante, se subdividió cada parcela en 100 subparcelas o
cuadrados de 10 x 10 cm y se registraron en ellos los siguientes
datos:
(1) presencia de suelo desnudo o roca
(2) especies vegetales vasculares
halladas: frecuencia y cobertura
(3) presencia o ausencia de
excrementos de herbívoros
(4) presencia de plantas comidas o
despuntadas por los mismos, y
(5) huellas o efectos del pisoteo
animal.
Asimismo, se registró la presencia
de líquenes sobre las piedras sueltas o rocas, entre otros
aspectos (PAULI et al., l.c.). Complementariamente se tomaron
fotografías testigo de cada parcela una vez realizadas las
observaciones y se anotaron todas las especies vegetales
encontradas en el área cimera, delimitada entre la cumbre y la
curva de nivel de -10 m; además, se estimó su abundancia por un
procedimiento sencillo al azar llamado “step-pointing” (Cunningham,
1978).
Finalmente, teniendo en cuenta que
uno de los factores limitantes de los biota de alta montaña es la
temperatura, se instalaron de 1 a 5 sensores térmicos a 10 cm de
profundidad en cada cima, ya fuera en el centro de los indicados
grupos de parcelas, ya en el vértice (“high summit point”),
fotografiando el lugar antes y después de ser enterrados. Así se
obtuvieron series de registros térmicos cada hora, casi continuos
y simultáneos, en las montañas de toda Europa, durante un año o
más.
Todos las observaciones han sido
almacenadas en una base de datos en Access creada al efecto por el
laboratorio coordinador (Instituto de Ecología y Biología de la
Conservación, Universidad de Viena), donde se guarda.
Cabe añadir que tanto el diseño
experimental como los sensores térmicos ya habían sido probados
con anterioridad sobre el terreno, el primero en Sierra Nevada y
el segundo en distintas cordilleras (años 1999-2000), lo cual
facilitó la aplicación concreta al proyecto, a pesar de las
dificultades normales del trabajo en alta montaña (acceso,
transporte de utillaje e instrumentación, señalamiento, etc.).
Además, algunas zonas piloto
complementaron los datos requeridos por nuestro proyecto con otros
más detallados o bien unieron nuestra metodología a la de otros
estudios en curso (caso de Noruega y Escocia, por ejemplo). Son
las llamadas “master stations”, es decir, áreas piloto de
referencia, más o menos monitorizadas.
Primeros resultados
I. Vegetación
Iniciamos la presentación de los
resultados comentando el tipo de comunidad observado en cada una
de las 64 parcelas de muestreo, 16 por cada cumbre y en ella 4 al
N, 4 al S, 4 al E y 4 al W.
Punta Acuta, Norte.-
Se trata de un pasto pedregoso bastante inclinado (20º), que cubre
menos de la mitad (cobertura entre 25 y 41%) de un terreno
dominado por la gramínea dura Festuca scoparia; ahora bien,
queda sitio para otras especies que lo caracterizan, como
Helictotrichon sedenense, Rhinanthus mediterraneus, Potentilla
tabernaemontani, Lotus alpinus, etc., y también se dan
especies glareícolas (Borderea pyrenaica, Saxifraga paniculata,
Thymus nervosus, etc.) o de crestas crioturbadas (Geranium
cinereum, Vitaliana primuliflora); Arenaria purpurascens
puede asociarse con la presencia de la nieve. Pastoreo, pisoteo y
presencia de excrementos resultaron moderados (entre 8 y 25 % de
las subparcelas de 10 x 10 cm).
Punta Acuta, Este.-
Son pastos bastante ricos en especies, entre 20 y 29, pero a
diferencia de lo que ocurría al N ya no domina la Festuca
scoparia, sino la F. eskia, y la cobertura no supera el
40%. Junto a ella hay bastantes plantas de pasto pedregoso como
F. pyrenaica o Carex rupestris y de suelos crioturbados
(Oxytropis pyrenaica, O. campestris, Plantago monosperma,
Bupleurum ranunculoides). Otras plantas del pasto ocupan muy
poco (Lotus alpinus, Potentilla tabernaemontani) salvo
Helictotrichon sedenense, la segunda en abundancia.En estos
cuadrados observamos mayor actividad de pastoreo (50% de las
parcelas), un número todavía mayor pisoteadas (57%) y el 22% de
ellas muestra algún excremento.
Punta Acuta, Oeste.-Resulta
más acogedor para el ganado que los anteriores, ya que hay
indicios de pastoreo y señales de pisoteo en prácticamente todas
las parcelas (un 99%). Paralelamente anotamos la presencia de
excrementos en el 41% de ellas. La Festuca eskia cubre
entre un 12 y un 45%, más que en las dos exposiciones comentadas
(N y E), pero sobre todo aparece el regaliz de montaña (Trifolium
alpinum), con una cobertura entre el 20 y el 55 %. Se trata
sin duda de un buen pasto, donde el cervuno, Nardus stricta,
se mantiene a raya por efecto del diente de los herbívoros, el
cual permite el encespedamiento (cobertura total entre 84 y 98%) y
como consecuencia de todo ello el número de especies es bajo,
entre 8 y 13. Faltan por completo las plantas de roca o de suelos
pedregosos y dominan las de pastos elevados como Campanuda
scheuchzeri, Agrostis capillaris, Phyteuma orbiculare, Plantago
alpina, etc. Calluna vulgaris y Carex caryophyllea
marcan la acidificación superficial del suelo, mientras que
Euphrasia salisburgensis y Cirsium acaule indicarían el
citado pastoreo repetido.
Punta Acuta, Sur.-
En la solana todas las parcelas muestran los efectos del diente de
los herbívoros y de su pisoteo (100% y 95%). Igualmente, el 55%
muestran algún excremento, más que en ninguna otra exposición de
esta cima y de toda el área estudiada. La cobertura es también
alta, entre el 77 y el 96 %. Aquí la Festuca eskia es la
planta más frecuente, seguida de F. rubra, Achillea millefolium,
Carex caryophyllea y Campanula scheuchzeri. Se trata
de la ladera relativamente suave de esta cima, por cuanto la
opuesta exhibe cerca un despeñadero de 1000 m, el cañón de Ordesa.
Custodia, Norte.-
Dada su altitud, 2519 m, hay notables
cambios en cuanto a la composición florística se refiere,
comparándola con Acuta. La fuerte pendiente (20º) y lo
pedregoso del suelo hace que haya escasos excrementos (3,5 %),
poco rastro de pisoteo (20%) y ninguna planta comida; la única
algo apetitosa sería el Helictotrichon sedenense. De hecho,
no hay nunca más de 13 especies y no cubren más del 40%. Se trata
de plantas glareícolas (la piedra aflora hasta en un 80% de la
superficie) y de la nieve (Saxifraga oppositifolia, Thymus
nervosus, Festuca pyrenaica, Saxifraga moschata, Silene acaulis,
Geranium cinereum). Abajo quedaron Trifolium alpinum y
Festuca eskia; escasea F. scoparia y vemos algún pie
de F. rubra y Trifolium thalii.
Custodia, Este.-
Similar a la anterior, pero con mayor
pendiente (40º), por lo que las 5 a 9 especies sólo cubren del 9
al 26%. Todas son pioneras de alta montaña (Saxifraga
oppositifolia, Potentilla nivalis), ya fisurícolas como
Saxifraga paniculata ya de suelos crioturbados como
Geranium cinereum y Ranunculus heterocarpus. Piedra
innivada nos indica Arenaria purpurascens, como ya
dijimos-. En un lugar tan quebrado, con especies tan poco
apetitosas, el pastoreo es inapreciable y sólo se observaron
excrementos en una cuadrícula elemental.
Custodia, Oeste.-
Vimos muy pocas especies, todas de escasa cobertura y algunas
nivícolas como Leucanthemopsis alpina, Gentiana nivalis y
Festuca glacialis. Probablemente el Trifolium thalii
sea la planta más apetitosa, pero es rarísima. Aquí había algún
indicio más de pisoteo (14%), pues la pendiente es menor (20º)
pero apenas se vio algún excremento y no se anotó pisoteo.
Custodia, Sur.-
Es el punto menos inhóspito en esta cima, como en la Punta Acuta,
pues la pendiente es suave (15º) y el pasto llega a encespedar
(70-75%). La acción del diente se vio en un 40 % de las parcelas,
más de 55% de ellas estaban pisoteadas, pero había pocos
excrementos (7%). Precisamente esta acción de los sarrios y ovejas
favorece alguna planta del pasto: Lotus alpinus, Potentilla
tabernaemontani, Festuca rubra abundan, pero Helictotrichon
sedenense (puede llegar a cubrir el 40%) es dominante. La
presencia mínima de Thalictrum alpinum nos recuerda la
altitud y la innivación creciente.
Tobacor y Punta de las
Olas. En estas dos cimas alpina y
subnival casi todo es piedra y la innivación se prolonga hasta
julio y agosto; apenas hay excrementos o acción visible de los
herbívoros; rara vez llega algún sarrio, pero cerca hay lugares
más seguros para varios hatos de ellos con un césped productivo de
Trifolium thalii. El único animal que vimos fue un roedor.
Todas las plantas son pioneras de alta montaña: Leucanthemopsis
alpina, Saxifraga iratiana, S. oppositifolia, Poa alpina, y,
sobre todo, hallamos la primulácea Androsace ciliata, la
endémica más bonita de las cimas.
II. Efectos
del pastoreo
Más concretamente, los efectos del
pastoreo (hierbas despuntadas, presencia de excrementos, huellas
de pisoteo) en unas y otras subparcelas han sido resumidos en la
Tabla 1 y nos llevan a las siguientes consideraciones
(Villar & Benito, 2003).
Tabla 1.
Recuentos de excrementos, pastoreo y pisoteo en las parcelas de 1
m2
|
|
ACUTA (2242 m) |
CUSTODIA (2519 m) |
|
N.º
parcela |
11 |
13 |
31 |
33 |
Σ |
% |
11 |
13 |
31 |
33 |
Σ |
% |
|
Excrementos |
16 |
4 |
4 |
10 |
34 |
8,5 |
1 |
4 |
4 |
5 |
14 |
3,5 |
N |
Pasto |
28 |
37 |
4 |
17 |
86 |
22 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
|
Pisoteo |
17 |
45 |
14 |
24 |
100 |
25 |
15 |
14 |
23 |
29 |
81 |
20,3 |
|
Excrementos |
44 |
62 |
62 |
43 |
211 |
53 |
2 |
1 |
13 |
12 |
28 |
7 |
S |
Pasto |
100 |
100 |
100 |
100 |
400 |
100 |
28 |
48 |
35 |
46 |
157 |
39,3 |
|
Pisoteo |
88 |
95 |
100 |
96 |
379 |
95 |
50 |
17 |
88 |
72 |
227 |
56,8 |
|
Excrementos |
6 |
25 |
16 |
42 |
89 |
22 |
0 |
0 |
2 |
2 |
4 |
1 |
E |
Pasto |
35 |
47 |
62 |
56 |
200 |
50 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
|
Pisoteo |
46 |
60 |
52 |
68 |
226 |
57 |
0 |
0 |
0 |
1 |
1 |
0,25 |
|
Excrementos |
47 |
48 |
49 |
21 |
165 |
41 |
0 |
0 |
1 |
0 |
1 |
0,25 |
W |
Pasto |
100 |
95 |
99 |
100 |
394 |
99 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
|
Pisoteo |
100 |
96 |
99 |
100 |
395 |
99 |
7 |
22 |
14 |
13 |
56 |
14 |
1.- Como era de esperar, la parcelas
más intensamente pastoreadas, pisoteadas y con mayor presencia de
excrementos son las de la cima inferior, Punta Acuta, y dentro de
ella, las situadas en exposición S y W. Así, el 67 % de los 1600
cuadrados elementales (de 10 x 10 cm) habían sido pastoreados y el
31 % exhibían excrementos. Es posible que los animales permanezcan
sesteando en esta cima, especialmente en los momentos de mayor
calor veraniego.
2.- En las subparcelas de Custodia
sólo había hierbas comidas en un 9,8 % y apenas vimos excrementos
en un 3% del total. En exposición N y E apenas hay rastros de
ganado, por su fuerte pendiente (20º y 40º respectivamente). En
exposición W había indicios de pisoteo (14 %), pero ausencia de
pastoreo y rarísima presencia de excrementos. Al S la pendiente
era más suave (15º) y el pasto casi encespedaba (70-75 % de
recubrimiento); el 55 % de las subparcelas había sido pisoteado, y
la acción de los herbívoros alcanzó el 40 %. No obstante, a pesar
de ser el punto más acogedor escasearon los excrementos (7 %).
3.- Las cimas superiores no
mostraron ningún excremento ni acción de pastoreo.
En conclusión, el pastoreo es
relativamente importante en dos de las cimas, de suerte que su
intensidad debe ser tenida en cuenta al analizar los efectos del
cambio climático en estos ecosistemas herbáceos pirenaicos, al
menos entre los 2200 y 2500 m de altitud. Ahora bien, no
ocurre así en todas las demás cordilleras europeas. Al parecer, el
Cáucaso sería comparable al Pirineo, pero otras áreas piloto como
Sierra Nevada, parte de los Alpes, Montes Ecandinavos, etc., se
verían libres de esa influencia o factor ecológico inducido por el
hombre.
III. Riqueza
florística y su relación con altitud, latitud, exposición, etc.
Veamos ahora la riqueza florística
de nuestra zona piloto, que asciende a 105 especies vasculares
(Véase Anexo I, Lista de especies halladas en cada cima).
Las cifras obtenidas en cada una de nuestras cimas pirenaicas nos
permitirá relacionarla con la altitud:
·
Punta Acuta 2242 m :
67 especies
·
Custodia 2519 m : 56
especies
·
Tobacor 2779 m : 20
especies
·
Punta de las Olas 3022
m: 9 especies.
Tal como se ve, la mayor riqueza
florística –más de 60 especies- se da en el límite superior
forestal, hoy transformado en pastos, y disminuye
considerablemente en el nivel alpino (reducción de c 20 %, o sea,
pérdida de 4 especies cada 100 m de altitud). Mientras tanto, las
dos cimas (alpina y subnival) superiores no pasan de 20 especies,
todas ellas pioneras de glera o rellanos y fisuras de roca
(reducción de 60% o más con respecto Custodia), con buena
proporción de endemismos como la citada Androsace ciliata,
Minuartia cerastiifolia y otras. A escala europea, en
los cuadrados de 1 x 1 m pueden hallarse hasta 40 especies
vasculares, pero en las dos cimas superiores tampoco suelen pasar
de 20 taxones.
Ahora
bien, la curva que relaciona la disminución del número de especies
con la altitud presenta pendiente diversa en las distintas
cordilleras europeas, destacándose dos posibles ecotonos, uno al
pasar del piso subalpino al alpino y otro al acceder al piso
subnival. Todo ello vale tanto para el conjunto de las áreas
cumbreñas como para los grupos de cuadrados.
La flora de las cimas estudiadas de
Europa alcanza casi 1000 taxones (981 exactamente), de los cuales
249 (c. 1/4) son endemismos en sentido amplio y 99 (c. 1/10) en
sentido estricto. Se confirma que las cimas calizas son más
diversas florísticamente que las silíceas; así, en las Dolomitas
frente a 16 endemismos calcícolas hay 6 silicícolas. En el Pirineo
el número total de especies (105) es intermedio entre las 79 de la
Sierra Nevada y las 198 de los Alpes calizos.
Por otra parte, contra lo que
cabría esperar, en algunas zonas piloto el porcentaje de
endemismos se incrementa con la altitud; nosotros ya lo habíamos
señalado en el Pirineo (SESÉ & al. 1999), pero ahora se comprueba
también en otros montes, especialmente los “mediterráneos” como la
Sierra Nevada. Ahora bien, las islas –Creta, Córcega- presentan su
propia pauta. Por supuesto, algunas de las especies estudiadas en
las cimas entran en la flora amenazada del territorio, en eso se
destaca el Alto Tatra, donde alcanzan el 36 % del total.
Atendiendo a un gradiente
latitudinal europeo, se confirma que la riqueza florística de las
cimas es considerablemente mayor en cordilleras meridionales que
en las centroeuropeas y nórdicas. Hasta 5 zonas se podrían
distinguir desde este punto de vista, y el Pirineo quedaría
situado en la banda que podríamos llamar “submediterránea”, junto
a los Alpes meridionales, los Apeninos, montes de Córcega y otros.
Al relacionar la riqueza
florística con la exposición, podemos adelantar que en
el conjunto de las montañas europeas, las laderas más favorecidas
florísticamente parecen ser las expuestas al E. Una posible
explicación estaría en la frecuencia de frentes húmedo-fríos del
W-NW y en la mayor insolación de dicha cara oriental. No obstante,
nuestra Cordillera Pirenaica se aparta de esa norma y su
exposición más abrigada sería la S y aún la W. Su condición de eje
W-E o las peculiares condiciones geomorfológicas de las cimas
escogidas podrían explicarlo.
Algunos equipos están calculando
índices de diversidad para sus respectivas cimas y exposiciones o
han obtenido espectros corológicos o de formas biológicas; por
ejemplo, la flora de la zona piloto del Cáucaso está dominada por
hemicriptófitos, un 68% del total. Esta cifra es parecida a la que
hallamos en el piso alpino del Pirineo, donde por encima de los
2300 m de altitud y hasta los 3400 m se acerca al 63 % (Sesé
& al., 1999).
También hay zonas piloto –países
nórdicos, Alpes- donde se han estudiado los briófitos o los
líquenes en relación con el proyecto, pero al parecer estos
vegetales inferiores presentan estrategias muy diferentes de las
plantas vasculares y además, resultan más difíciles de
identificar.
IV. Análisis de las
Temperaturas del suelo en las cimas
(Véanse figs. 3 y 4 del anexo II) y su relación con la
biodiversidad
Los datos obtenidos nos delimitan
con claridad el período de heladas (fig. 3), que en el Monte
Perdido se extiende desde (Octubre) Noviembre a Mayo (Junio) -ocho
largos meses-, si bien las dos cimas inferiores cuando llega marzo
ya se aproximan al deshielo. La cima inferior (Acuta) apenas llega
a rozar los -5ºC dos veces, mientras que las otras tres –sobre
todo las dos más elevadas- se congelan hasta -10ºC también dos
veces. Los correspondientes días de helada son: Acuta, 160;
Custodia, 190; Tobacor, 218 y Olas, 251; ello significa que por
cada 100 m de elevación el número de días de helada se incrementa
en unos 11 días. La máxima diferencia entre la cara N y la S se da
en Punta Acuta (70 días más en el N). La evolución de esas
temperaturas mínimas no presenta grandes diferencias entre las
distintas cimas a lo largo del verano; ahora bien, sí se aprecian
discordancias en otoño y primavera.
Como era de esperar, las
oscilaciones térmicas son más acusadas en las exposiciones
abrigadas (S sobre todo) que en las frías, sin duda por la
“protección” más irregular, menos constante, del manto nival. Hay
pocos ciclos hielo-deshielo en el suelo, salvo en la cresta más
alta durante el otoño y en las dos más bajas durante la primavera.
Como prácticamente todas las especies son perennes, es posible que
ello tenga consecuencias fisiológicas y nos atrevemos a apuntar
que las yemas persistentes bajo el suelo podrían resultar menos
dañadas de lo esperado.
Respecto a las temperaturas
máximas diarias (fig. 4) se aprecia que la cima más
“cálida” no es la más baja, sino la siguiente (Custodia),
probablemente por las nubes parásitas. Los mayores altibajos se
dan en
Por nuestra parte, durante el otoño
de 2001, desde finales de agosto a fin de Diciembre, pudimos
comparar los datos del suelo con los de la superficie (registrados
en la estación meteorológica de Góriz -2200 m-, en Ordesa,
instalada por el Instituto Nacional de Meteorología). Las
diferencias entre una y otra serie de datos son notables, pues la
T del suelo desciende + regularmente, mientras que la aérea
sube y baja mucho; es más, al aproximarse el invierno hay 5
episodios de hielo-deshielo en superficie pero ninguno de ellos en
el suelo. Además, la mayor inercia térmica del suelo con respecto
al aire se destaca claramente, pues la T edáfica asciende o
desciende 2-3 días después que la atmosférica.
Los registros térmicos permiten
también averiguar cuál es la duración del período vegetativo en
las zonas piloto estudiadas, esto es, la parte del año en que la T
media alcanza los 2 ºC, los supera en verano y en otoño vuelve a
descender hasta la misma cifra o inferior. Este período está bien
correlacionado, en efecto, con la altitud y con la T media. A
falta de concretar, podemos adelantar que en el conjunto de las
zonas estudiadas tendría una duración aproximada de 150 días y que
la T media en ese período se situaría en torno a los 8 ºC. En el
Monte Perdido oscila entre los 194 días de Punta Acuta y los 113
de la Olas, o sea, que muestra un descenso de c. 10 días por cada
100 m de elevación en altitud.
A escala continental, los datos de
la llamada biotemperatura son bastante similares para la mayoría
de las cordilleras, en las cimas subalpinas y alpinas estudiadas,
con excepción de las nórdicas, donde ya a 800 m de altitud se
observa permafrost en buena parte del terreno y durante bastante
tiempo.
Ascendiendo en altitud, por cada
100 m la T media desciende en Europa entre 0,5 y 0,8ºC. Es muy
posible que tan solo una desviación de 1,5ºC en esta media
provocara cambios muy importantes en la zonación altitudinal de la
vegetación. En el caso de nuestra zona piloto oscila entre 0,37ºC
y 0,83ºC, esto es, una media de 0,61ºC por cada 100 m de altitud.
Corolario
La
elaboración de los datos del proyecto GLORIA-Europe todavía sigue
y esperemos que dé lugar a unas cuantas publicaciones. En ellas
podremos comparar los datos del Pirineo con los obtenidos en otras
cordilleras y habremos sentado las bases para averiguar en el
futuro las posibles modificaciones en la biodiversidad de nuestras
montañas por causa del cambio climático tan visible en los
glaciares residuales.
Añadamos, para acabar, que varias
organizaciones no gubernamentales o programas internacionales, por
ejemplo CIPRA (Comisión Internacional para la Protección de los
Alpes) o “European Mountain Forum” siguen de cerca el proyecto y
esperan poder aplicar los resultados.
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