Preámbulo
En 1998, gracias
al tesón y al esfuerzo de tres botánicos sorianos, Antonio Segura
Zubizarreta, Gonzalo Mateo Sanz y el que suscribe este artículo,
conseguíamos culminar la obra que allá por los años 60 comenzara el
primero de nosotros: el estudio y la catalogación de la flora
soriana. La primera edición de esa obra fue íntegramente financiada
por los autores, y los 100 ejemplares que nos atrevimos a publicar
fueron absorbidos rápidamente por la comunidad científica
especializada. Felizmente, en el año 1999 la Diputación de Soria
decide la reedición de este trabajo que en breve verá la luz, y en
el que se enumeran los más de 2200 especies de la flora vascular que
viven de forma espontánea en la provincia, pudiendo de esta forma
llegar el trabajo a un público más amplio.
Sirva este modesto artículo de introducción a dicha obra. Aquí no
nos detendremos a comentar pormenorizadamente los aspectos
florísticos que ya vienen detallados en el libro, pero sí
introduciremos al futuro lector de la obra en algunos aspectos
fundamentales que deberá tener en cuenta a la hora de comprender el
cómo, el por qué y el dónde de la flora y la vegetación sorianas.
Comenzaremos con un breve repaso a la historia y la evolución del
paisaje vegetal, para pasar a describir sucintamente las unidades de
vegetación actual presentes en la provincia de Soria, y terminaremos
con algunas curiosidades sobre algunas plantas sorianas.
Introducción
La flora de un territorio es el
conjunto de especies vegetales que habitan dicha zona. A su vez, la
plantas no aparecen de una forma aleatoria si no que se agrupan por
afinidad ecológica formando comunidades vegetales, y así hay plantas
características de los diferentes tipos de pinares, hayedos,
melojares, pastos, etc. Las comunidades vegetales encajan a modo de
un gran mosaico, dando lugar al paisaje vegetal constituido por
formaciones diversas como bosques, dehesas, riberas, pastos, prados
de dalle, parameras, cultivos, eriales, etc.
El paisaje vegetal que podemos
apreciar hoy en día es el fruto de la evolución a lo largo de
millones de años, y no es más que una instantánea de un proceso en
continuo cambio y transformación.
Los cambios que afectan a la
vegetación son de diversa índole, desde geológica (movimiento de
placas tectónicas, formación de cordilleras, etc.), hasta climática
(oscilaciones térmicas y pluviométricas importantes, transgresiones
o regresiones marinas). Más recientemente, el hombre es la principal
causa de la transformación del paisaje vegetal con deforestaciones,
fuegos, construcción de infraestructuras, prácticas agroganaderas,
etc.
Evolución histórica
del paisaje vegetal
Como ya hemos dicho, la flora y la
vegetación actuales son fruto de un proceso de evolución a lo largo
de los tiempos, por lo que creo que puede ser interesante echar una
ojeada a lo que ocurrió antes de estar nosotros aquí para comprender
mejor el paisaje que podemos observar en la actualidad.
La reconstrucción del paisaje vegetal
pretérito se realiza mediante el estudio de los fósiles, granos de
polen y esporas atrapados en los sedimentos acumulados en turberas y
yacimientos arqueológicos, y la ciencia que lo investiga es la
paleobotánica.
Nos remontaremos en el tiempo,
concretamente al periodo Terciario. Al final de la orogenia alpina
que formó las grandes cordilleras europeas, hace 6,5 millones de
años, la vegetación presente en la Península Ibérica es de tipo
subtropical con especies de géneros que han llegado hasta nuestros
días como el mirto de Bravante (Myrica gale), recientemente
redescubierto en un reducto soriano, cerca de San Leonardo. En ese
momento se produce el choque de las placas tectónicas ibérica y
africana, cortándose la comunicación entre el océano Atlántico y el
mar Mediterráneo. Esto tuvo como consecuencia la desecación parcial
de dicho mar interior, paralela a la de los lagos miocénicos de las
depresiones interiores ibéricas, dando lugar a lo que se ha
denominado “la crisis de salinidad”, pues la evaporación de las
aguas provocó la precipitación de las sales que contenían.
Con la regresión marina se abrió una
vía para la llegada de táxones de las estepas asiáticas hacia la
Península, como por ejemplo plantas de los géneros Salsola,
Gypsophila, Astragalus, Stipa, Onopordum, Artemisia, Thymelaea,
etc., presentes todavía en la flora soriana, de forma que la
vegetación subtropical que domina en aquel momento la Iberia se ve
sustituida en muchos lugares por bosques abiertos de pinos y enebros
con matorrales subestépicos más resistentes a la sequedad.
En el Plioceno (hace 5-3 millones de
años), junto con la vegetación tropical y la esteparia antes
comentadas podemos encontrar ya bosques mixtos con taxones de la
flora templada europea con diversos tipos de roble, aliso, avellano
o fresno.
Hace 3,2 millones de años, se cierra
lo que entonces era el estrecho donde hoy está Panamá, uniéndose los
dos subcontinentes americanos en uno solo. Ello modifica el sistema
de corrientes marinas, lo que provoca una serie de cambios
climáticos que en Europa se traducen en la disminución generalizada
de las precipitaciones estivales, hasta tal punto de que se puede
hablar ya de un régimen pluvial de tipo mediterráneo, caracterizado
por el típico periodo de sequía veraniega. En ese momento el paisaje
está dominado por pinos y cedros, aunque ya empiezan a tener mayor
relevancia otras especies típicamente mediterráneas
emparentadas con los actuales olivos, pistachos y carrascas.
Este periodo más seco y cálido culmina
hace 2,3 millones de años cuando comienza el enfriamiento
generalizado de la atmósfera y los océanos. Los hielos empiezan a
cubrir el norte del continente europeo y la alta montaña, en lo que
será el primero de unos veinte ciclos de hielo-deshielo, que tomarán
el nombre de periodo glaciar en las épocas más frías, e interglaciar
en las más benignas. Como consecuencia de los periodos glaciares se
produce un desplazamiento de plantas boreoalpinas
hacia el sur del continente, alcanzando también la Península.
En la zona mediterránea estas
oscilaciones afectan sobre todo a los fenómenos de lluvia-sequía. En
las épocas más secas, los pinos mediterráneos junto con los enebros
y las efedras son las especies leñosas más abundantes en el seno de
una vegetación de tipo estepario. En las temporadas de mayor
pluviosidad, los bosques mediterráneos adquieren relevancia,
dominando diversas especies del género Quercus.
Por el contrario, en la Europa
septentrional y en las zonas altas de los macizos montañosos peninsulares
(como en Urbión o el Moncayo), los ciclos de
calentamiento-enfriamiento son los más determinantes. Allí, pinos y
abedules dominan los bosques abiertos que caracterizan el paisaje en
épocas frías, como primera etapa de colonización previa a la
instalación de nuevos bosques de tipo caducifolio en las más
cálidas.
Esta sucesión de ciclos hace que se
extingan las especies vegetales más exigentes en humedad, ligadas al
ambiente subtropical reinante hasta ese momento. Otras se van
adaptando a las nuevas condiciones más secas, transformándose a la
postre en nuevos elementos con personalidad propia (nuevas
especies). Un tercer grupo de plantas migra en los periodos fríos
hacia enclaves meridionales y las zonas más bajas de las montañas
donde encuentran una serie de refugios con las condiciones adecuadas
para su pervivencia. Estos “viveros” permitirán más tarde
recolonizar el territorio cuando las condiciones generales se hagan
más favorables.
Los procesos migratorios han estado
condicionados por la presencia de barreras físicas que dificultan el
desplazamiento de las plantas, como el Pirineo y el mar Mediterráneo
en el caso del tránsito hacia o desde la Península
Ibérica, siendo éste otro factor muy importante en la extinción
de especies.
Todos estos elementos combinados hacen
que desaparezca casi por completo la flora tropical en Europa. Sin
duda, el periodo más devastador es el que se inicia hace unos
100.000 años, conocido como glaciación del Würm, que tiene su punto
álgido hace 18.000 años aproximadamente. En ese momento los hielos
árticos cubren buena parte del norte y centro del continente
europeo, las islas Británicas y las zonas altas de nuestra montañas.
En el Pirineo hay lenguas glaciares que alcanzan los 35 km de
longitud y 500 de espesor. El hielo también cubre las sierras de
Urbión y Moncayo pero en mucha menor medida.
Con estas condiciones de aridez y
frío, desaparece casi por completo la vegetación de de la parte
media y septentrional del continente europeo. En nuestra latitudes
aparecen amplias áreas cubiertas por vegetación de carácter
estepario, con Artemisia, quenopodiáceas y pinos, mientras
los hielos se enseñorean de nuestras montañas.
Hace 10.000 años comienza la retirada
de los hielos y con ella la recuperación de los bosques templados
europeos. En la Península predominan los bosques de Quercus,
sobre todo caducifolios. En los Sistemas Central e Ibérico
septentrional la presencia de pinos es constante a lo largo de todo
el periodo postglacial. No así del haya, que no alcanza de nuevo la
Península Ibérica hasta hace 3000 años, viniendo desde su refugio
glaciar de los Cárpatos. El haya había estado presente en el
territorio peninsular ya en la época terciaria y en los periodos
interglaciares, pero nunca de una forma masiva. No es hasta esta
fecha reciente en la que el hayedo coloniza amplias extensiones de
territorio, a costa del pinar en la mayoría de los casos. Por lo
tanto los hayedos sorianos son muy jóvenes frente a los pinares que
tienen una presencia constante a lo largo de la historia geológica.
Y aunque estos últimos han aumentado su extensión
en Soria favorecidos por la acción del hombre a costa de los
melojares, se puede decir que el haya está en proceso de invasión de
los pinares.
La acción humana sobre la vegetación
Dos son los factores fundamentales que
determinan la intensidad de las modificaciones que produce el hombre
en el paisaje: el crecimiento de la población y la adquisición de
tecnología. A lo largo de la historia de la humanidad se puede
hablar de tres fases de civilización: las tribus de
cazadores-recolectores, las sociedades agropecuarias y la revolución
industrial.
Por lo que sabemos hasta ahora, el
hombre prehistórico ya habitaba la Península Ibérica hace 800.000
años, tal como demuestra el yacimiento de Atapuerca (Burgos), donde
se han descubierto el Homo antecessor, aunque también hay
evidencias de poblaciones anteriores, de un millón de años, por la
industria lítica encontrada en dicho yacimiento.
En esos momentos la actividad humana
tiene un bajo impacto, comparable a la de cualquier otro gran
mamífero, pues se dedica a la caza y a la recolección. Hace 400.000
años el hombre ya conoce el fuego, pero en Europa no se generaliza
su uso y se aprende a mantenerlo hasta hace 40.000-50.000 años.
Desde este momento, la influencia del hombre empieza a notarse sobre
la naturaleza, pues el control del fuego le permite cocinar,
conducir la caza, abrir zonas para favorecer la presencia de grandes
herbívoros, etc. Con ello obtiene mayor disponibilidad de alimentos
y aumenta la población.
Se ha documentado la existencia de
prácticas agrícolas hace 7000 años en la zona mediterránea de la
Península. En principio la técnica utilizada era la agricultura
itinerante: se tala una porción de bosque y se cultiva hasta el
agotamiento, momento en el que se abandona y se traslada la tribu a
otro lugar.
El desarrollo de la metalurgia
determina la aparición de nuevas herramientas y técnicas agrarias
como el arado romano, que aumentan la superficie puesta en cultivo.
La extensión de las grandes civilizaciones como la mesopotámica, la
china, la egipcia o la romana, con la realización de grandes obras
de infraestructura tienen una gran importancia en los cambios en el
paisaje. Como dato podemos decir que durante la presencia romana en
lberia, se produce un aporte espectacular de sedimentos al delta del
Ebro debido al aumento de la erosión de su cuenca motivado por la
tala de grandes extensiones de bosques para la construcción de
calzadas, ciudades, etc.
Por otra parte, la fabricación de
utensilios metálicos exigió grandes cantidades de madera para
abastecer los hornos de fundición. Se ha calculado que una fundición
requería tres toneladas de carbón vegetal por tonelada de hierro
obtenido, lo que podía suponer la tala de un bosque de 1,5 km de
radio cada 40 días.
La repoblación humana por la
reconquista, entre los años 900 y 1300, hace que se roturen extensas
superficies de terreno. Paralelamente, la ganadería trashumante
empieza a tomar auge con el establecimiento de la Mesta en el siglo
XIII hasta su abolición en el XIX, y con ella se ganan muchos
terrenos para pastos y vías pecuarias en detrimento de los bosques y
de la agricultura. Se habla de que llegó a haber más de un millón de
ovejas sólo en las Tierras Altas sorianas en la época más
floreciente de la Mesta.
La hegemonía que ejerce, primero la
corona de Castilla y más tarde España, como potencia dominante sobre
el resto de los países, se sustenta en buena parte en su industria
naval que se surte de los bosques de la Península. Por poner un
ejemplo, en 1585 España poseía 300.000 Tm
de madera en forma de barcos mercantes, pesqueros y de guerra. Ello
supuso disponer de 6 millones de árboles de la mejor calidad, lo que
representa unas 120.000 ha de bosque, muchos de ellos en tierra
soriana. Si tenemos en cuenta que la vida media de un barco era de
25 años, podemos imaginarnos la presión que se ejerció en aquella
época sobre los bosques ibéricos.
Durante el siglo XIX, la revolución
industrial y la Desamortización son dos de los grandes hechos que
influyen en el acentuamiento de la deforestación.
La revolución industrial se produce
gracias a la utilización de nuevas fuentes de energía como son los
combustibles fósiles. El uso de técnicas agrarias modernas basadas
en la maquinaria especializada y el uso de fertilizantes foráneos,
la utilización de nuevos medios de transporte más rápidos pero que
consumen más recursos, todo ello acompañado de una explosión
demográfica sin precedentes en la historia de la humanidad, con más
tierras en cultivo, hacen cambiar radicalmente en paisaje vegetal en
muchas zonas del país.
La Desamortización privatiza grandes
extensiones de montes públicos y de la Iglesia, que se transforman
en explotaciones agropecuarias.
En el presente siglo los cambios del
paisaje vegetal vienen de la mano de la apertura de nuevas vías de
comunicación, infraestructuras hidráulicas (España es uno de los
países del mundo con mayor número de grandes presas, 1300; aún así
se siguen construyendo más embalses sin sentido de gran impacto como
los de Los Fayos, Valdeprado o Velacha), la sustitución del
combustible vegetal por derivados del petróleo, el Plan Nacional de
Repoblación de 1940 que afectó a más de 4,5 millones de ha, y el
abandono de las zonas rurales que está trayendo consigo la
recuperación de los bosques. A finales de la década de los 90 has
proliferado y se está abusando de la instalación de parque eólicos
en zonas sensibles para la vegetación en la provincia de Soria.
El paisaje vegetal en
la actualidad
La
Península Ibérica se puede dividir, desde el punto de vista
biogeográfico, en dos zonas: la húmeda y la seca. En la zona húmeda
entraría toda la cornisa cantábrica, buena parte del Pirineo y el
Sistema Ibérico Septentrional, y se la conoce por región
Eurosiberiana o Centroeuropea, por tener un clima y una vegetación
similares a las que se dan en el centro de Europa. El resto de la
Península está dentro de la región Mediterránea, y se caracteriza
por la sequía veraniega y la irregularidad en el régimen de
precipitaciones. En dicha región estaría enclavada toda la provincia
de Soria, si bien una zona de su extremo noroccidental
(Urbión-Cebollera) hace frontera con la región Eurosiberiana y su
influencia hace que lleguen hasta aquí plantas procedentes del
Pirineo o centroeuropa como el acónito (Aconitum vulparia
subsp. neapolitanum) o la anémone de bosque (Anemone
nemorosa).
Si
atendemos a la cantidad de lluvia que cae en un año, dentro de la
región Mediterránea y en la provincia de Soria, podemos distinguir
varios tipos de clima: seco en la parte meridional de la
provincia y zonas del noreste, recibiendo entre 400 y 600 mm
anuales, siendo la vegetación dominante el sabinar, pinar o encinar,
sustituida por bajos matorrales xerófilos; y subhúmedo en la
mayor parte de la mitad norte, más algunos enclaves meridionales
(Sierra de Pela), con precipitaciones entre 600 y 1000 mm,
predominando los bosques caducifolios o mixtos (quejigales
o melojares) y los pinares en zonas abruptas y más altas.
Algunas de las zonas más húmedas del macizo de Urbión alcanzan unos
niveles de precipitación ligeramente más elevados, pudiendo
reconocerse, si bien de modo muy limitado, el clima húmedo,
en las zonas con vegetación potencial de hayedo o bosque templado
caducifolio de óptimo eurosiberiano.
Otro tipo de clasificación es la que tiene en cuenta la temperatura
media anual y la altitud. Así, por debajo de los 800 m de altitud,
el extremo noreste que mira a La Rioja y Navarra, correspondería al
piso mesomediterráneo, dominado por bosques y matorrales de
hoja dura (esclerofilos),
resistentes a la sequía y al calor. Entre los 800 y los 1500 m se
situaría el piso supramediterráneo, que es donde encontramos
la mayor parte de las tierras sorianas; allí predominan los bosques
caducifolios o mixtos, alternando en ambientes secos con bosques
esclerofilos
y de coníferas. Entre 1500 y 2000 m encontramos el piso de la
montaña mediterránea u oromediterráneo (sierras de Urbión,
Cebollera y Moncayo), con los bosques de coníferas. Por encima de
los 2000 m, en las cumbres más altas está el piso de la montaña
mediterránea fría o crioromediterráneo, supraforestal en el
que dominan los pastos y las pedrizas, y que es equivalente o
vicariante del piso alpino de las montañas centroeuropeas.
Principales tipos de vegetación en la provincia de Soria
Combinando los tipos de distribución bioclimáticos antes mencionados
con el tipo de sustrato sobre el que se asienta la vegetación
(simplificando: silíceo que dará suelos ácidos, y calcáreo con
suelos neutros o básicos), podemos establecer una clasificación de
los tipos de vegetación en función de la etapa madura a la que
tiende en cada territorio considerado, en lo que se llaman series de
vegetación, es decir, el tipo de vegetación maduro o potencial de un
lugar determinado y sus etapas sucesionales de degradación y
recuperación. En esta provincia podemos encontrar, partiendo de las
zonas más elevadas hacia las más bajas, las siguientes series:
Serie de los pastos oro-crioromediterráneos
silicícolas.
Dominan los matorrales rastreros y pastos secos con Juniperus
communis subsp. alpina, Pilosella vahlii, Minuartia
recurva, Jasione crispa subsp. carpetana, etc.; roquedos
y pedregales cuarcíticos con Criptogramma crispa, Phyteuma
hemisphaericum, Murbeckiella boryi, Saxifraga willkommiana, etc.
Cubre las zonas culminales de las sierras de Urbión-Cebollera y el
Moncayo.
Serie oromediterránea acidófila del pinar albar con
piorno serrano.
Se trata del pinar serrano con Pinus sylvestris, que puede
llevar matorrales de sustitución con piorno serrano (Cytisus
oromediterraneus), brecina (Calluna vulgaris),
retama blanca (Genista florida), etc. Podemos ver amplias
extensiones en las laderas de las sierras de Urbión-Cebollera y el
Moncayo.
Serie oromediterránea basófila del sabinar rastrero.
En zonas calizas elevadas del macizo del Moncayo aparece el matorral
de sabina rastrera (Juniperus sabina) con cojín de monja o
erizón (Erinacea anthyllis), Paronychia kapela,
Anthyllis montana, etc.
Serie supramediterránea acidófila húmeda de los
hayedos ibéricos.
Bosques de hayas (Fagus sylvatica), casi siempre mixtos, con
Pinus sylvestris y especies de hoja caduca, como serbal de
cazadores (Sorbus aucuparia), arce (Acer
campestris), etc. Los vemos en los barrancos más abrigados y
caras norte de las sierras de Urbión-Cebollera y el Moncayo.
Serie supramediterránea acidófila subhúmeda de los
melojares.
Bosques de hoja caduca persistente (marcescentes) de melojo o
rebollo (Quercus pyrenaica) ricos en hierbas silicícolas de
bosque, como Veronica officinalis, Luzula forsteri, Melampyrum
pratense, Arenaria montana, Stachys officinalis, etc. En sus
claros iluminados aparecen sobre todo brezales de Erica cinerea,
E. vagans, E. australis, E. arborea, Calluna vulgaris, etc.
Mitad norte y estribaciones de la Sierra de Pela.
Serie supramediterránea basófila subhúmeda de los
quejigales.
Bosques de quejigo (Quercus fafinea) con Hepatica nobilis,
primavera (Primula veris), Tanacetum corymbosum, etc.,
reemplazados por pinares de pino negral (Pinus nigra subsp.
salzmannii) en las áreas escarpadas. Los claros degradados,
con suelo pobre se cubren de salviares con Salvia lavandulifolia,
espliego (Lavandula latifolia), junquillo (Aphyllanthes
monspeliensis), etc.
Serie supramediterránea continental del sabinar albar.
Formaciones arbóreas abiertas, a veces casi puras de sabina (Juniperus
thurifera), o acompañada de enebro (J. communis) y
algunos pinos o encinas. Suelen ocupar suelos ricos en bases y en
sus claros vemos matorrales basófilos similares a los que sustituyen
a otros bosques calcícolas, destacando algunos elementos esteparios
singulares como Artemisia assoana, etc. Principalmente en la
paramera de la mitad occidental de la provincia.
Serie supramediterránea seca del carrascal
ibérico-continental con enebro común y sabina albar.
Bosques casi puros de carrasca (Quercus ilex subsp.
rotundifolia), con muy pocos arbustos (Juniperus communis, J.
thurifera) y lianas (Rubia peregrina, Lonicera etrusca,
etc.) acompañados de espliegares y tomillares secos en sus claros.
Salvo en el extremo norte, va apareciendo por toda la provincia.
Serie mesomediterránea seca del carrascal ibérico-continetal
con espino negro y coscoja.
De aspecto externo parecido al anterior, pero en el que desaparecen
las especies de ambiente frío sustituidas por otras más termófilas
como la coscoja (Quercus coccifera), la sabina negral
(Juniperus phoenicea), la cada (J. oxycedrus),
el espino negro (Rhamnus lycioides), etc. También los
matorrales de degradación se hacen más termófilos, presentando
romero (Rosmarinus officinalis), la coronilla de
fraile (Globularia alypum), etc. En los cuadrantes
nororiental y sudoriental
que vierten sus aguas al Ebro.
Curiosidades sobre
algunas plantas sorianas
El
pinar de pino negro del Castillo de Vinuesa
De los viejos pinares sorianos, hay un
tipo, el de pino negro (Pinus uncinata), del cual queda un
pequeño reducto en la Sierra del Castillo de Vinuesa. En dicho
pinar, en el que podemos ver muchos pinos con el tronco retorcido
debido a las duras condiciones ambientales que debe soportar, hemos
podido localizar algunos pinos vivos de más de 500 años. Esta
especie de pino es una planta exclusiva de Europa y se distribuye en
la actualidad por el Pirineo y los Alpes occidentales, teniendo sus
poblaciones más meridionales en la citada de la Sierra Cebollera y
en la Sierra de Javalambre en Teruel. En el Moncayo los hay también
pero plantados recientemente.
El romero y las Fiestas de San Juan
El romero (Rosmarinus officinalis)
es una planta medicinal mediterránea de las muchas que aromatizan
nuestros campos. En Soria vive en los cuadrantes noreste y sureste
de la provincia, allí donde vierte sus aguas a la cuenca del Ebro.
Por tanto, al contrario de lo que dice la canción Sanjuanera, el
romero no perfuma Valonsadero en estado natural por que allí se
helaría.
Los sabinares
o enebrales sorianos
La
sabina albar (Juniperus thurifera), también llamada en Soria
enebro, es uno de los árboles más característicos y singulares, no
sólo de la flora provincial si no de la ibérica. Es una especie que
en el mundo sólo se encuentra en España y en la cordillera marroquí
del Atlas. Es un árbol rústico donde los haya, capaz de vivir en
suelos pedregosos y medrar allí donde ninguna otra especie arbórea
puede hacerlo. Quizás por esta capacidad colonizadora de terrenos
especialmente malos para la agricultura haya sido capaz de
sobrevivir en un estado de conservación bastante aceptable. La
superficie estimada que ocupa esta cupresácea en España es de unas
125.000 ha, de las que 30.000 pertenecen a Soria (la provincia con
mayor área). Son especialmente buenos los sabinares de Calatañazor,
Judes, Chaorna o Montejo de Tiermes.
La
estructura típica de los sabinares es la de un bosque abierto, a
modo de dehesa, en la cual pasta el ganado lanar. Sin embargo, muy
cerca de Calatañazor, en la Dehesa de Carrillo, existe un ejemplo de
sabinar boscoso con densidades de 150-200 pies por hectárea frente a
lo 15-30 de media ibérica, y árboles de más de 20 m de altura y 3 m
de diámetro. Se trata de un caso raro pues se ha establecido sobre
una vaguada en la que no falta el agua, con suelo profundo y pastado
por vacas que le aportan fertilidad y que le ha permitido alcanzar
tal magnitud.
La
madera del enebro ha sido muy apreciada y se utiliza para la
carpintería exterior así como para suelos por su gran dureza y
resistencia a la putrefacción. Se dice también que sirvió para la
construcción de los barcos de la Armada Invencible.
Los acebales
Otro tipo de formación curioso por su tipología es el acebal. Todos
conocemos las masas de acebos cuasi boscosas e impenetrables de la
Caragüeta en Gallinero, o las de los puertos de Piqueras y Oncala.
Pues bien, el acebo (Ilex aquifolium) es un arbusto dioico
(es decir, que tiene pie masculinos y femeninos), que puede tomar
porte arbóreo, y que normalmente salpica los bosques de caducifolios
como los hayedos o los robledales de distinto tipo, así como los
pinares de pino albar, pero no es demasiado común que forme masas
densas continuas. Parece ser que los acebales de la Península se
localizan en los límites de área o zonas de transición de especies
eurosiberianas como el haya o el roble. Son zonas donde no hay
suficiente humedad como para que se establezcan dichos árboles, pero
si la necesaria para el acebo, y demasiado húmedas y frías para
otras especies más mediterráneas.
Las lagunas temporales
Las
zonas húmedas han sido tradicionalmente castigadas por la mano del
hombre. Vistas como lugares “improductivos y foco de enfermedades
infecciosas”, muchas lagunas han sido y son todavía desecadas –como
las de Conquezuela o Añavieja-, roturadas con cierta periodicidad
-laguna Herrera de Aldealafuente- o sirven como vertedero –Zamajón-.
Por ello han sufrido una fuerte regresión durante este siglo, y
aunque últimamente ha aumentado la conciencia social por la
conservación de estos enclaves singulares, la concentración
parcelaria y la presión que ejercen los regadíos, lanzan una nube de
pesimismo sobre su pervivencia.
Existen en el centro de la provincia de Soria, entre la capital y
Almazán, una serie de lagunas endorreicas, generalmente de pequeña
extensión, que están sometidas a un régimen de inundación irregular,
con periodos variables de sequía, a veces de varios años. Este hecho
las hace únicas, pues son muy pocas las plantas capaces de resistir
el estrés provocado por estos cambios tan drásticos e impredecibles
en el nivel de las aguas. Las plantas que viven en estos ambientes
se han adaptado a completar rápidamente su ciclo vital, así como a
quedar en forma latente como esporas en unos casos o semillas en
otros. Poseen estructuras que las protegen de la desecación y que
las permiten sobrevivir durante años enterradas en un suelo seco,
para germinar en cuanto el suministro de agua está asegurado por un
tiempo mínimo, diferente en cada especie. Así, algunas plantas
necesitan que se produzca el encharcamiento, aunque no germinarán
hasta que las aguas se empiecen a retirar, aprovechando que el suelo
está todavía húmedo como Isoetes velatum, Marsilea strigosa
(protegida por la legislación europea), Elatine macropoda,
Elatine brochonii o Eryngium corniculatum. Otras, sin
embargo, sólo prosperarán mientras haya una lámina más o menos
profunda de agua, como Potamogeton trichoides o
Myriophyllum alterniflorum, para después desaparecer hasta el
próximo periodo de inundación.
Estas lagunas temporales son de gran importancia para el refugio de
estas plantas, pero están gravemente amenazadas debido a su pequeña
extensión y a la facilidad con la que se pueden alterar. Las
roturaciones cuando están secas, así como la adición de
fertilizantes y herbicidas químicos en los cultivos de las cercanías
puede mermar la capacidad de colonización de estos lugares cuando se
vuelven a encharcar.
Otra grave amenaza para estos ecosistemas
es el proyecto del embalse de Velacha en el río Duero que anegaría
5.392 ha en una zona rica en lagunas endorreicas, amén de vegetación
de ribera, carrascales y melojares. Y lo más grave vendría por la
inundación de los pueblos de Ituero, Sauquillo de Boñices, Almarail,
Villanueva de Zamajón, Valdespina y Riotuerto, a los que habría que
añadir Zamajón, Cubo de la Solana, Paredesroyas y Tejado, que
quedarían inundados con la avenida máxima probable prevista para
esta obra. Infraestructuras como esta de gran impacto social y
medioambiental deberían ser descartadas. Urge el establecimiento de
una nueva cultura del agua basada en el uso racional, el respeto al
territorio y a sus habitantes, y en la que prime el ahorro frente a
la oferta de tan preciado y escaso bien.
Sería deseable que las lagunas endorreicas fueran protegidas en su
conjunto, como un patrimonio natural único que es de todos los
sorianos.
Flora soriana protegida
Las
listas de flora amenazada son los instrumentos legislativos con los
que se dotan las administraciones para la gestión de la
biodiversidad. En Soria son de aplicación la normativa española, con
el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas ahora en profunda
revisión, y la europea
del Consejo de Europa, mediante la Directiva
relativa a la conservación de los hábitats naturales y de la
fauna y flora silvestres,
conocida como Directiva Hábitats. Lamentablemente, la
comunidad autónoma de Castilla y León es una de las pocas regiones
españolas que no ha elaborado todavía una lista de su flora
amenazada, y sólo el acebo (Ilex aquifolium) tiene regulado
su recolección mediante decreto.
El
actual catálogo español recoge muy pocas especies de flora vascular,
y no incluye ninguna planta presente en la provincia de Soria,
aunque se está trabajando en un proyecto de puesta al día que se
espera que culmine en el año 2003, y en el que aparecerá alguna de
ellas. Sólo en la Directiva Hábitats vemos especies sorianas
incluidas en el catálogo de especies amenazadas. Los listados de
dicho catálogo se encuentran repartidos en tres apartados de la
siguiente forma:
·
Especies de interés comunitario para cuya
conservación es necesario designar zonas especiales de conservación
(Anexo II)
-
Apium repens:
Alconaba, Bayubas de Abajo, Iruecha, Rebollar, Santa María de la
Hoyas, Valonsadero y Vildé.
-
Centaurea pinnata:
Fuentelmonge, Herreros, Iruecha, Layna, Monteagudo de las
Vicarías, Serón de Nágima y Velilla de Medinaceli.
-
Jonopsidium
savianum:
Montenegro de Cameros.
-
Marsilea
strigosa:
Aldealafuente y Tardajos de Duero.
·
Especies de interés comunitario que requieren una
protección estricta (Anexo IV)
·
Especies de interés comunitario cuya recogida en la
naturaleza y cuya explotación pueden ser objeto de medidas de
gestión (Anexo V)
-
Gentiana lutea
subsp.
lutea:
Sierras de Urbión-Cebollera.
-
Huperzia selago:
Montenegro de Cameros y Santa Inés.
-
Lycopodium clavatum:
Montenegro de Cameros y Sotillo del Rincón.
-
Narcissus bulbocodium:
tercio norte de la provincia.
-
Ruscus aculeatus:
San Felices y Soria.
La flora en números
Territorio |
N.º de taxones |
Superficie (km2) |
Soria |
2200 |
10.287 |
La Rioja |
1900 |
5034 |
Guadalajara |
2300 |
12.190 |
Teruel |
2300 |
15.003 |
Zaragoza |
2200 |
17.194 |
Península Ibérica y Baleares |
7500-8000 |
583.000 |
Europa |
12.000 |
|
Datos geográficos
La provincia de Soria, con 10.287 Km2
de extensión, tiene un desnivel altitudinal de cerca de 1500
metros, que va desde los 732 m de Cigudosa hasta los 2313 m del
Moncayo, a los que le siguen el Pico Urbión (2223 m) y Cebollera
(2147 m), tres de los cuatro picos más alto del Sistema Ibérico.
Por el sur, la provincia está recorrida por las estribaciones más
bajas y occidentales del Sistema Central, con las Sierras de Pela
(Pico Grado, 1517 m; Cabeza Alta, 1474 m) y Ministra (1310 m).